Con la epopeya de ganarle al Real Madrid consumada, sólo restaba un pequeño detalle. Que el plantel regrese a la Argentina, traiga la Copa Intercontinental para ser depositada en las vitrinas del club y sea recibido como corresponda. O sea cómo héroes. Ni más ni menos.
Así que el jueves 30 de noviembre fue la fecha señalada para vivir una fiesta popular de proporciones gigantescas. Algunos grandulones lo compararon con el regreso del General Perón en la década del 70. Lo concreto es que el pueblo boquense copó las calles y dio rienda suelta a un festejo descomunal e interminable si tenemos en cuenta las casi tres horas que demoró el coche 2059 de la empresa Flecha Bus en unir el Aeropuesto de Ezeiza con el hotel Los Dos Chinos en el barrio de Constitución. Pero empecemos por el principio.
A las 11.45 de la mañana los campeones descendieron por la escalerilla del avión. Obviamente los esperaba el micro pero también un par de ambulancias, la policía, un helicóptero sobrevolando la zona y desde un par de cientos de hinchas adentro del aeropuesto. Tras varios minutos de tratar de organizar lo inorganizable (?), llegó la orden y arrancó la caravana por la Richieri. Y la verdad que hay que reconcoer que todos los cálculos previos quedaron chicos ante semejante desborde de gente al costado de la autopista.
Pero mejor que hable (?) Adolfo Díaz (?), el chofer del micro: “...los jugadores tenían una alegría bárbara, una euforia tremenda... uno los ve como estrellas pero nada que ver. No sé cómo explicarlo de tan entusiasmados que estaban. Nunca había visto algo así. Era una barbaridad y más a medida que veían la cantidad de gente que los esperaba. Yo me imaginaba que iba a haber gente al costado de la autopista, pero pensé que serían algunas cuadras, apenas salís del Aeropuerto. Porque cuando nosotros entramos los micros a Ezeiza eran como las 9 y media, y ahí en El Trébol -el lugar hasta donde podían acceder los hinchas, justo frente al predio de la AFA- no había ni cien tipos. íDespués fue una cosa de locos! Im-pre-sio-nan-te... Se colgaban de los espejos, golpeaban los vidrios, se metían adelante del micro, lloraban, se arrodillaban...
Fue, por lejos, el trayecto más complicado que me tocó hacer con un plantel. Lo de hoy no tiene comparación y dudo que alguna vez me toque vivir algo parecido. Con los muchachos del equipo de fútbol de Boca habré hecho unos cuatro o cinco viajes, hará cuestión de un mes que los llevo. Hoy me tocó ir a buscarlos y, la verdad, me encantó. No soy de Boca (ojo, tampoco de River), pero fue buenísimo igual. Ellos estaban muy contentos, saltaban, cantaban, gritaban. Palermo me gritaba para que tuviera cuidado con la gente, que no fuera a pisar a nadie. Porque la autopista era un hormiguero, la gente aparecía por todos lados y un par de veces tuve que maniobrar para esquivarlos porque se me cruzaban con tal de acercarse a sus ídolos.
Cuando agarré 9 de Julio, casi no podíamos avanzar de la gente que iba corriendo a la par del micro. Ibarra los filmó a todos con una camarita que supongo que la trajo de allá. En general, ninguno podía creer la cantidad de gente que había.
Sinceramente, este es el mejor viaje que me tocó hacer en los dos años que llevo en la empresa...”.
Y si la cosa venía complicada en la autopista ni hablar cuando el micro agarró la bajada de la avenida San Juan y encaró por la 9 de Julio hacia el Obelisco. Las radios iban tirando la data de por donde andaba el micro y la gente bajaba de sus casas y de los laburos para no perderse la fiesta. Y cada vez más hinchas se sumaban a la procesión.
En primera fila iba sentado Carlos Bianchi y al toque Macri y Palermo. Los papelitos caían de los balcones. La gente terminó rodeando al micro y haciendo prácticamente imposible el recorrido. Si bien el desembarco en el Obelisco fue apoteótico, se quedó un escalón abajo de lo que fue la vuelta olímpica en Plaza de Mayo. Miles y miles que cantaban "...para Riquelme, la Selección..." pero al toque hicieron sonar un inolvidable "..para Gallego, la Conmebol...". Hubo vía libre para copar la Plaza porque De la Rúa estaba en México. De todas maneras capaz que ni se hubiera enterado.
El tránsito había colapsado hace rato pero a esa altura era lo de menos. Muchos automovilistas se bajaban de sus autos y saludaban a los campeones intercontinentales. Algunos medios pretendían pegarle a la cantidd de gente que participó del festejo pero era tirar numeritos al aire. Hablaron de 250.000 / 500.000 y hasta más de 700.000 personas. Imposible calcularlo. Como a esa hora los hinchas de River debían estar escondidos debajo de sus camas había mucha gente laburando en el centro, el efecto fue multiplicador.
La recta final por avenida San Juan y doblando en Chacabuco fue a pura orquesta y acompañada por un sol que rajaba la tierra y un autobomba de los Bomberos Voluntarios delante del micro. La llegada al hotel casi a las tres de la tarde fue tremenda, Con cuadras de gente de vereda a vereda siguiendo al Flecha Bus y sólo pidiendo poder ver la Copa que fue bajada del ómnibus en manos de Riquelme. El ingreso al hotel no auyentó a la multitud que se quedó un largo rato cantando en Brasil y Piedras.