También fue conocida con el nombre de “toldito”, pero que técnicamente no era un toldo sino una simple lona que mediante un sistema de cuerdas que corrían por un armazón podía ser subida o bajada en cuestión de segundos. Y cuando hablamos de cuestión de segundos, léase tal cual. Segundos que, por otra parte, eran sinónimo de salvar la integridad física de algún protagonista tanto rival como del propio Boca.
La lona, que supo ser de tela en los comienzos para terminar siendo de plástico, cumplía la heroica misión de parar los proyectiles que eran lanzados desde la tribuna de socios. Por ese motivo, había una de ellas colocada sobre cada túnel. Recordemos que la muy baja altura de los alambrados las hizo imprescindibles a principios de los ochenta. Época en la que hasta mató dos pájaros de un tiro y llevó publicidades como por ejemplo Guaymallén. Pero su verdadero objetivo siempre estuvo claro. Salvar vidas (?).
Imposible olvidar a los utileros, alcanzapelotas o al que estuviera más cerca, cuando llegaba la orden de subir la lona. Era la viva imagen de un marinero subiendo una vela pero en el medio de la línea de fuego y esquivando como podía la lluvia de piedras, pilas, cubitos, zapatos, radios, paraguas, monedas, huevos o limones. Y hasta gallinas vivas o cajones de Coca Cola, como terminó pasando la recordada tarde del 6 de abril de 1986.
Un habitué a enfilar al vestuario con lona arriba era el señor Ángel Labruna. Ya sea dirigiendo a River en 1980 o a un Talleres en 1982, bastaba que empezara con el circo ese de taparse la nariz, para que la lona fuera subida al taco y pudiera meterse en el túnel a salvo de las agresiones. Pero en líneas generales, era muy común que los equipos visitantes que tenían el tupé (?) de ganar en cancha de Boca tuvieran que abandonar sí o sí el campo de juego con la lona protectora previamente izada.
La llegada de las mangas de seguridad en 1988 para proteger a visitantes y jueces, le quitó bastante protagonismo. Así que a partir de ese momento, su utilidad fue pura y exclusivamente para salvaguardar a los propios protagonistas de Boca. De manera que los equipos que no transpiraron lo suficiente la azul y oro o directores técnicos títeres, tuvieron en la mencionada lona a un amigo de fierro. Hubo jornadas dantescas como el 1 a 1 contra Ferro en el Apertura 90. Una tarde en la que el Cai Aimar, en pleno conflicto con Marangoni, fue despedido con una impresionante lluvia de proyectiles sobre su cuerpo. La foto del post fue un par de fechas más adelante, el sábado del 0-0 contra el Pincha. Noche en la que Boca cumplió los tres meses sin ganar en la Bombonera y Aimar nuevamente fue lapidado (?) en público. Pero la lona, una vez más, salvó su pellejo.
Las reformas de 1993 que puso plateas en lugar de tribuna de socios a lo largo de la Bombonera, redujo y mucho este tipo de manifestaciones populares (?). Sin embargo, el Profesor Habegger tuvo su tarde a salvo contra Belgrano por el Apertura 93 gracias a los escudos policiales pero también a la histórica lona antiproyectiles.