Con toda la carga de nervios por el agónico empate de Racing y un último centro de la Academia que paralizó corazones, el pitazo final de Abel Gnecco el sábado 15 de agosto de 1981 desató la euforia del pueblo boquense. El 1-1 abrochó la obtención de una nueva estrella y los festejos tuvieron mucho de desahogo tras la incansable persecución del Ferro de Griguol a lo largo de las 34 fechas del Metropolitano.
Y pasó de todo. Hubo una muy desordenada vuelta olímpica, Maradona en andas con el Turco sumándose a los festejos, el barrilete tratando de remontar vuelo, el túnel local derrumbándose ante la presión de la gente y lo que por entonces era una sana costumbre: la invasión de hinchas al campo de juego.
En medio de tanta algarabía popular, de esa que sólo a Boca le sale en forma natural, hubo espacio para una tradición que había nacido allá por comienzos de la década del 40 y hasta ese 1981 era cita obligada en todo festejo boquense de ley: el baile de los novios.
Tras el ingreso de los novios al campo de juego, en donde cholulearon un buen rato, empezó a sonar en los baqueteados altoparlantes el tema “Desde el alma”. Y mientras toda las tribunas acompañaban cantando “...daaaale, dale, dale, campeooón / y daaaale, dale, dale, campeooón...”, los recién casados (?), perfectamente vestidos para la ocasión, bailaron el vals en el medio de una Bombonera desbordante.
Aquella tarde, “ella” fue el señor Oscar Usieto, un comerciante de 39 años. El papel de novio cayó en manos de Domingo Maldonado, un maestro pizzero del barrio de Mataderos. La pareja estaba medio agrandada porque eran las caras visibles de los festejos del Boca campeón y porque ya habían estado con sus disfraces de novio y novia en las finales del ‘76 y ‘77. Pero mejor que hable la novia (?): “...llegamos a la Bombonera a las 10 de la mañana y aquí estamos otra vez, campeones. Creo que somos los verdaderos novios porque las otras parejas que venían a la cancha ya no se ven. Desde el ‘76 que nos vestimos así para festejar los títulos de nuestro querido Boca Juniors. ¿El vestido? Éste es nuevito y lo mandé a hacer hace poco; me lo confeccionó la modista de la vuelta de casa. El que usaba antes era de mi cuñada y lo guardo de recuerdo. Bah, lo que queda, porque me lo rompieron todo de tanto festejo...”.
La sequía de Boca durante ocho años a partir de la obtención de ese campeonato arrasó con la tradición pero no así con la presencia de la novia, aunque más no sea parada sobre un paravalanchas.