Para empezar a hablar de Julio César Toresani, hay que reconocer que un tipo que se puso las camisetas de Unión y Colón, y de Boca y River, si a algo debe estar acostumbrado en la vida es a que lo chiflen y puteen de arriba a abajo.
Y eso fue precisamente lo que vivió Toresani la helada noche de su debut con la azul y oro: insultos y silbidos. Fue el 21 de agosto de 1996 en cancha de Vélez cuando Boca le ganó 2-0 a Argentinos Juniors por la ya desaparecida Supercopa. Cada pelota que llegaba a los pies del "Huevo” era acompañada por chiflidos e insultos generalizados de toda la cancha. Pocas veces se había visto semejante bienvenida a un jugador que hacía su estreno. Pero la bronca, básicamente, era por dos motivos: su pasado en River y su mediática pelea con Maradona cuando Diego regresó al club en octubre del 95.
El “Huevo” llegó a mediados de 1996 como refuerzo del Dream Team que se le armó al doctor BIlardo y muy de a poco, pudo ir silenciando los silbidos gracias a una receta infalibe en Boca: trabar cada pelota dejando alma y vida.
Y del silencio respetuoso pasó a la aceptación general y al aplauso con otra receta infalible: meterle un gol a River en el Monumental y gritarlo con las venas hinchadas y besando la camiseta de Boca. Fue la lluviosa tarde-noche del 25 de octubre de 1997 cuando metió un tres dedos delicioso en el arco de Burgos a poco de empezar el segundo tiempo. Ese clásico del Apertura 1997, fue el que Diego se retiró, Román lo reemplazó y Palermó arrancó con su costumbre de embocar a River.
A partir de allí, Toresani trepó de la aceptación de la hinchada a cierta fama e idolatría que duró, la verdad, bastante poco. Lo que tardó en terminar ese campeonato e irse de Boca.
En total jugó 58 partidos e hizo 8 goles y su carrera incluyó (aparte de Unión, Colón y River) a Instituto de Córdoba, Independiente, Patronato de Paraná y el Audax Italiano de Chile.