No es moco de pavo para un producto (?) de las inferiores llegar a la cifra de 25 partidos oficiales con la camiseta de Boca. Ahora, si ese número se da a lo largo de 5 temporadas estamos en presencia de una de las tantas historias que sobrevolaron al mundo Boca. Pero tampoco es cuestión de generalizar. Señoras y señores, con ustedes, Jorge Alejandro Quiroz.
Volante central luchador, con temperamento, quite y despliegue. Hasta acá todas cualidades como para tirar el ancla con la 5 de Boca. Pero no. Debutó el 15 de noviembre de 1978 con 18 años, en una derrota 0-1 contra Atlético Tucumán de visitante por el Nacional. Entró faltando cinco minutos para reemplazar a un joven flaco y alto que daba también sus primeros pasos como mediocampista: Ricardo Gareca. La verdad es que la final de Libertadores contra el Deportivo Cali que se venía a los pocos días, hizo pasar todo muy desapercibido. De hecho jugó un par de partidos más por ese campeonato pero nada que haya llamado mucho la atención. Luego vendrían dos años de oscuridad y misterio total.
Pero su reaparición fue digna de Hollywood. Integró el once titular en las tres primeras fechas del Metropolitano 81 y se le plantó a Talleres, Instituto y Huracán al lado de nenes como Maradona, Brindisi, Mouzo, Gatti y Perotti. Pero el sueño duró poco. Silvio Marzolini pidió un jugador más y la dirigencia le dio el último gusto: llegó el uruguayo Krasouski y chau al pibe Quiroz.
Correteó algunas veces más, entre ellas durante los cinco minutos finales en el choque clave contra Ferro el 2 de agosto, minutos que fueron un parto sietemesino. Entró a los 85 por Ruggeri, quien se había partido la cabeza y ayudó a levantar una verdadera trinchera de tres cuartos para atrás. El pitazo final fue festejado como un título pero al mismo tiempo significó casi el final de su rodaje importante.
A partir de ese momento completó minutos aislados como pieza de recambio durante el Nacional 1981 y toda la temporada 82. Encima siendo utilizado de cualquier cosa menos de volante central. Así fue como yiró como volante por las bandas y como marcador de punta. De ahí a rendir en bajo nivel y rodar en la consideración general hay un paso muy corto. Jamás volvería a ganarse una oportunidad y a fin de año se fue de Boca en silencio y silbando bajito.
Nunca pudo hacer un gol y siguió su derrotero en el ascenso con la camiseta de Temperley entre otras. Aunque hay cierta información dando vueltas (?) sobre un paso por el fútbol francés.
Volante central luchador, con temperamento, quite y despliegue. Hasta acá todas cualidades como para tirar el ancla con la 5 de Boca. Pero no. Debutó el 15 de noviembre de 1978 con 18 años, en una derrota 0-1 contra Atlético Tucumán de visitante por el Nacional. Entró faltando cinco minutos para reemplazar a un joven flaco y alto que daba también sus primeros pasos como mediocampista: Ricardo Gareca. La verdad es que la final de Libertadores contra el Deportivo Cali que se venía a los pocos días, hizo pasar todo muy desapercibido. De hecho jugó un par de partidos más por ese campeonato pero nada que haya llamado mucho la atención. Luego vendrían dos años de oscuridad y misterio total.
Pero su reaparición fue digna de Hollywood. Integró el once titular en las tres primeras fechas del Metropolitano 81 y se le plantó a Talleres, Instituto y Huracán al lado de nenes como Maradona, Brindisi, Mouzo, Gatti y Perotti. Pero el sueño duró poco. Silvio Marzolini pidió un jugador más y la dirigencia le dio el último gusto: llegó el uruguayo Krasouski y chau al pibe Quiroz.
Correteó algunas veces más, entre ellas durante los cinco minutos finales en el choque clave contra Ferro el 2 de agosto, minutos que fueron un parto sietemesino. Entró a los 85 por Ruggeri, quien se había partido la cabeza y ayudó a levantar una verdadera trinchera de tres cuartos para atrás. El pitazo final fue festejado como un título pero al mismo tiempo significó casi el final de su rodaje importante.
A partir de ese momento completó minutos aislados como pieza de recambio durante el Nacional 1981 y toda la temporada 82. Encima siendo utilizado de cualquier cosa menos de volante central. Así fue como yiró como volante por las bandas y como marcador de punta. De ahí a rendir en bajo nivel y rodar en la consideración general hay un paso muy corto. Jamás volvería a ganarse una oportunidad y a fin de año se fue de Boca en silencio y silbando bajito.
Nunca pudo hacer un gol y siguió su derrotero en el ascenso con la camiseta de Temperley entre otras. Aunque hay cierta información dando vueltas (?) sobre un paso por el fútbol francés.