En 1960 comenzó a disputarse la Copa Libertadores de América, en ese entonces llamada Copa de Campeones de América, interviniendo en ella únicamente los campeones de cada país. En las tres primeras ediciones los equipos argentinos que la disputaron fueron, en orden cronológico, San Lorenzo, Independiente y Racing. Ninguno de ellos le dio la menor importancia, la despreciaron, la menospreciaron, la “ningunearon” y se despidieron del torneo sin pena ni gloria.
En 1962, después que Roma le detuviera el penal a Delem, Boca salió campeón goleando a Estudiantes en la última fecha, asegurándose así su participación en la Copa. A partir de allí la historia cambiaría para siempre.
El primer dirigente del fútbol argentino en comprender la gran importancia que en el futuro tomarían las competencias internacionales para los clubes, fue quien en esos momentos era el presidente de Boca Juniors, don Alberto J. Armando. Un soñador, un visionario en muchas cosas, un delirante en otras, pero, sin ninguna duda, uno de los mas grandes presidentes de la historia del club de la Ribera.
Armando tenía un sueño: llevar a Boca a ser el primer equipo argentino en obtener un título internacional y para ello, sin publicitarlo demasiado, puso manos a la obra. Lo primero fue reforzar el plantel y para ello incorporó a varios jugadores: el delantero ítalo brasileño Emannuelle Del Vecchio (ex Santos de Brasil), Ayres Moraes (un joven y prometedor marcador de punta brasileño), el gran Oreste Osmar Corbatta (puntero extraordinario pero ya en franca decadencia muy afectado y disminuido físicamente por sus graves problemas de alcoholismo), el delantero paraguayo Benicio Ferreira, Juan Carlos Rulli (volante de marca de Estudiantes),el uruguayo Alcides Vicente Silveyra (integrante de la selección uruguaya que disputó el sudamericano 59 en Buenos Aires, campeón con Independiente en 1960 y con un paso por el Barcelona de España) y el que fue la gran obsesión de Armando durante varios años: el multigoleador José Francisco Sanfilippo (pagó por él 25 millones de esos años, cifra récord hasta ese momento en el fútbol argentino).
Además, tuvo la suerte de que a poco de comenzado el año, debutaran en la primera de Boca dos jugadores provenientes de las inferiores. Un defensor central que enseguida se destacó por su ubicación, velocidad y seguridad: Rubén “Gato” Magdalena y un excepcional jugador que en poco tiempo se transformaría en uno de los grandes ídolos de la historia del club: Ángel Clemente Rojas.
Con todo eso Boca se largó en 1963 a un doble objetivo: revalidar el título del año anterior y conquistar la Copa Libertadores de Ámerica.
En la Copa le tocó compartir la zona con Olimpia de Paraguay y Universidad de Chile. Arrancó perdiendo de visitante contra los paraguayos, pero rápidamente se repuso, lo goleó en la revancha y superó tanto en la ida como en la vuelta al equipo chileno clasificándose para disputar la semifinal frente al poderosísimo Peñarol de Montevideo, campeón de las dos primeras ediciones y subcampeón en la tercera.
En el campeonato las cosas no andaban tan bien. Una irregularidad manifiesta le impedía estar encaramado en los puestos altos de la tabla pero una sensación generalizada volaba sobre el ambiente futbolístico de ese año: si Boca encontraba el equipo era gran gran candidato al título. En la penúltima fecha de la primera rueda Boca recibió a River y con dos goles del gran Paulo Valentim lo derrotó sin atenuantes cumpliendo la mejor actuación del año y perfilándose para ir a pelear por el título. Pero eso cambiaría radicalmente pocos días después.
El domingo siguiente Boca volvió a ser local, ahora frente a Atlanta, y cuando por los altoparlantes anunciaron la formación del equipo, un murmullo recorrió todo el estadio. Sorpresa, bronca, estupor, decepción, cualquier calificativo era válido para expresar los sentimientos de la hinchada de Boca. ¡¡Boca presentaba un equipo integrado por jugadores suplentes!! Algo insólito por esos años.
De los que brillantemente vencieron a River sólo habían quedado cuatro jugadores. Aparecieron en el equipo el arquero Antonino Spilinga (debut y despedida), Héctor Heredia (marcador de punta, suplente eterno del gran Silvio), Julio Novarini (ex Gimnasia y Huracán digno de figurar en los primeros puestos en cualquier ranking de carniceros del fútbol argentino), el uruguayo Walter Da Silva (?), Luis Más (el hermano de Pinino), el peruano Miguel Loayza (ya casi descartado en Boca), y el pibe debutante Luis Aimonetti.
De los que brillantemente vencieron a River sólo habían quedado cuatro jugadores. Aparecieron en el equipo el arquero Antonino Spilinga (debut y despedida), Héctor Heredia (marcador de punta, suplente eterno del gran Silvio), Julio Novarini (ex Gimnasia y Huracán digno de figurar en los primeros puestos en cualquier ranking de carniceros del fútbol argentino), el uruguayo Walter Da Silva (?), Luis Más (el hermano de Pinino), el peruano Miguel Loayza (ya casi descartado en Boca), y el pibe debutante Luis Aimonetti.
Ante el asombro y la decepción de la hinchada, Atlanta goleó a Boca 3 a 0. ¿Las reacciones? Un par de piñas en la platea media, más precisamente en el Palco de Honor. Tras el pitazo final, la gente de Boca se fue del estadio con mucha bronca pero muy pronto se le pasó, ya que tres días después vino el triunfo en el Centenario por 2 a 1. Con los ánimos más calmos y con otro triunfo en la revancha ante Peñarol, ahora por 1 a 0, Boca llegó a la final de la Copa y tuvo el apoyo de toda la hinchada para tratar de alcanzar el primer título internacional para un club argentino.
¿El resto del mundo futbolístico? Dirigentes, jugadores, técnicos y la mayor parte del periodismo estuvieron en contra de la actitud de Boca y criticaron ampliamente la misma. ¿Priorizar una Copa internacional por sobre el torneo doméstico? ¡Inconcebible! ¡Inaudito! En esas épocas, casi como un pecado mortal.
Sin embargo, como en tantas otras cosas, Boca fue un pionero y luego, esa actitud boquense, se hizo normal y corriente en todos los demás clubes del fútbol argentino. Hoy se llama “rotación”. En 1963 fue la herejía (?) de jugar con suplentes.
.Autor Jorge Claudio Joffrés