En realidad el conflicto, fines de septiembre, principios de octubre de 1981, fue bastante más profundo que el que puede darse entre dos personas. Pero las voces cantantes y los que se dieron duro y parejo fueron Pablo Abbatángelo, secretario general del club y líder de la fracción “La Bombonera”, y Diego Armando Maradona, con jóvenes 20 años pero ya el Dié (?). Por otra parte, la refriega terminó siendo un detonante en la interna política de Boca, y contó con varios protagonistas alistados en cada bando, cosa que derivó en dirigentes poniéndose palos en la rueda, renuncias y un presidente que quedó con una cuota mínima de poder y sin el apoyo de mucha de la gente que lo rodeaba.
Como pasa casi siempre, los resultados deportivos aceleraron los tiempos de este tipo de escenarios. Y 1981 no fue la excepción. Ya campeones del Metro, el comienzo del Nacional sin dudas no fue el esperado. Tras la victoria agónica contra Unión en la primera fecha, vinieron tres caídas al hilo: Atlético Tucumán, River e Instituto. Esta última, noche del miércoles 30 de septiembre en la Bombonera, fue la que hizo volar todo por el aire.
Con el 0-1 ante La Gloria consumado, Abbatángelo entró al vestuario unos quince minutos después del pertido, y según cuentan las crónicas, bastante alterado. A puro grito encaró a los miembros de la Comisión de Fútbol Profesional (Rinaldi, Corigiliano y otros) que casualmente (?) eran de la otra fracción política que también había apoyado a Benito Noel en el triunfo electoral que lo catapultó a,presidente de Boca. Pero las quejas de Abbatángelo fueron escuchadas no sólo por ellos, sino por Marzolini, Habegger, Bongiovanni, el doctor Pintos y los jugadores que en ese momento se estaban duchando. O sea, todos: “...no le echemos más la culpa a los jueces. El problema es nuestro, únicamente nuestro. Perdimos tres partidos seguidos porque el equipo no trabaja, hay desorden en el plantel y falta disciplina táctica...”. Bastante fuerte como para tirarlo en medio de un vestuario con tipos del calibre de Gatti, Pasucci, el Chino Benítez, Maradona, Krasouski, Brindisi y Mouzo. De hecho Mouzo, salió a cruzarlo ipso facto: “...escuche don Pablo, está equivocado...”. Pero Abbatángelo lo paró en seco: “...la cosa no es con vos Roberto, ojalá todos siguieran tu conducta...”. Sus dardos iban dirigidos en primer lugar a la Comisión de Fútbol Profesional, sus enemigos políticos, en segundo orden al cuerpo técnico y por último y casi por añadidura a los jugadores, pero no a los denominados históricos. Maradona cazó el mensaje al vuelo y alistó armas para el combate (?).
En la reunión de Comisión Directiva del día siguiente, jueves 1 de octubre, hubo un importante agite aunque se le terminó ratificando la confianza al cuerpo técnico. Pero las notorias diferencias hicieron estallar la alianza de los grupos políticos de Abbatángelo y Corigiliano. Es más, Rinaldi, hombre de Corigiliano, presentó su renucia y la feroz interna dejaba al presidente prácticamente aislado y con serios problemas económicos merodeando en el futuro cercano de las finanzas del club.
Las diferencias entre ambos bandos políticos tenían un punto central como foco de conflicto. Los de Corigliano acusaban a los de Abbatángelo de querer hacer un Boca sólo para la gente del barrio sin importarle el manejo de otros temas administrativos.
El viernes 2 de octubre, la cuerda se tensó aun más con las declaraciones de otros protagonistas. Arrancó Corigiliano: “...Abbatángelo estaba muy alterado y nadie le contestó proque cualquier respuesta podía encender una mecha peligrosa...”. Pero el que sí le contestó y públicamente fue Diego Armando Maradona. Tras la emisión de ese viernes del noticiero de ATC “Sesenta minutos”, Diego defendió a sus compañeros a capa y espada y le tiró un misil a Abbatángelo aunque sin nombrarlo: “...cuando salimos campeones hace un mes y medio, este señor vino al vestuario con una bandera gritando “Viva Boca”. Ahora, porque perdimos tres partidos consecutivos, dice que no entrenamos y que no ponemos pierna fuerte. Yo creo que sólo un estúpido puede comentar eso. Todos los muchachos de Boca nos matamos en cada partido, y si las cosas no salen bien hay que esperar que pase esta mala racha...”.
El domingo 4 de octubre, horas antes de jugar contra el San Lorenzo de la B en cancha de Ferro, Abbatángelo recogió el guante y se hizo cargo de las palabras de Maradona: “...es la primera vez en la historia del fútbol argentino que un jugador le dice estúpido a un dirigente de su club. Yo soy funcionario de la Municipalidad de Buenos Aires, médico de los Institutos de Servicios Sociales Bancarios, un pediatra que le ha dedicado toda su vida a la profesión y a los niños de La Boca. No voy a permitir, por mi honor, que un jugador me diga eso. ¿Qué voy a hacer? Por el momento mantener silencio hasta el próximo martes. Después de la reunión de Comisión Directiva conocerán mi respuesta...”. Off the record se comentaba (?) que Abbatángelo llegaría al punto de pedir que se separe a Maradona del plantel. Incluso dejó entrever la bendita interna política puesta en la boca del Diez: “...me extraña la actitud de Diego. Para mi lo usaron. ¿Por qué reaccionó recién el viernes y no la noche del partido...”.
En este mar de fondo de dos agrupaciones que habían apoyado al presidente pero se estaban sacando los ojos básicamente por obtener más poder, Boca sacó de la galera una impensada racha de once partidos sin derrotas en el campeonato local y una maratón de amistosos para juntar efectivo. La calma reinó durante ese tiempo. Pero el cachetazo de Vélez en cuartos de final traducido en fracaso deportivo y principalmente económico, más la partida de Maradona y los primeros temblores de una crisis financiera que iba a explotar en 1984, metieron a Boca en un tobogán descendente del que costó salir durante varios años.