No es cuestión de ponerse a mariconear ante cada patada que le peguen a un jugador de Boca. Sino podríamos ir pensando en abrir otro blog con perlitas (?) como el pisotón de Nieto a Ruggeri en el pecho durante un superclásico de 1982, o la guadaña criminal de Fabbiani a Bilos en el Lanús-Boca de 2005. Ojo que tampoco pueden faltar los planchazos a Riquelme frente al Bayern en la Intercontinental 2001 y uno de cárcel propinado en plena Bombonera por el Pacha Cardozo al Leche La Paglia en 1998. Pero acá en el caso que nos ocupa hoy, se traspasaron todos los límites de lo que podría tomarse como una patada normal (?). Aún teniendo en cuenta que estamos hablando de Copa Libertadores, competición donde la vara todavía se mantiene un poquito más alta que lo habitualmente aceptado.
Si a eso le sumamos que la acción demencial de Gastón Sessa fue dentro del área, totalmente al pedo ya que tenía la pelota en sus manos, y encima el damnificado fue un Rodrigo Palacio más bueno que el Nestum (?), habría que sentar una junta de profesionales para que traten de interpretar al por entonces arquero de Vélez. Pero vayamos a los hechos.
Miércoles 2 de mayo de 2007, cancha de Boca, partido de ida por los octavos de final de la Libertadores. Con un clima algo enrarecido por el regreso de Bigotón La Volpe a la Bombonera cinco meses después de chocarle la Ferrari al Coco y declarando a viva voz que Riquelme jamás jugaría en un equipo suyo, la gente velezana quiso plantear el choque como las viejas batallas de la Copa: metiendo a lo loco desde el minuto cero. Todo bien (?) ya que tenían a los Bustos, Bustamantes y Uglesichs como para arrancar. Pero si después vemos a los Damián Escudero, Moreno y Fabianesi, Castromán y el flogger Mauro Zárate, la cosa no cierra,
Boca lo puso al toque contra las cuerdas y a Vélez le empezaron a entrar manos por todos lados. A los 9 Riquelme clavó tremendo golazo que festejó como Topo Gigio parando delante del banco de Vélez y un importante olor a cagazo padre noche esquiva invadió al equipo fortinero. Hasta que a los 25, Gastón Sessa tal vez trató de equilibrar un poco la cosa a patada limpia. Pero una cosa es una murra bien puesta en mitad de cancha y otra muy distinta rifar la serie en dos segundos.
Tras una pelota que se elevó sobre el área de Casa Amarilla, Sessa salió, saltó y agarró la pelota sin problemas. El que venía a la carrera, al trote y casi de compromiso, fue Palacio. El arquero de Vélez en vez de levantar algo su rodilla para eventualmente cubrirse de un hipotético choque que no ocurriría, lisa y llanamente clavó los tapones de su botín en la cara del delantero boquense con una tremenda patada voladora. Insólito.
Tan insólito que Baldassi se vio obligado a cobrar un penal para Boca la gente tardó varios segundos en festejar la sanción del penal, mientras el uno velezano puso la pelota en juego sándosela a un compañero como si nada. Qué hijo de puta caradura. Fue penal, roja directa a un Sessa que no paraba de protestar y enorme posbilidad para Boca que Martín Palermo se encargó de dilapidar tirando el disparo muy por arriba del travesaño. Palacio, luego de varios minutos fuera del campo de juego, pudo volver al partido y colaboró para la victoria final por 3-0 aún con las marcas de los tapones en su cara.