Nada, ni siquiera el violento temporal que azotó el barrio de La Boca y sus alrededores durante el viernes 24 de abril de 1992 pudo aplacar el clima de fiesta vivido a la noche en la Bombonera. Y motivos hubo de sobra. Primero y principal, el partido con Unión por la décima fecha del Clausura. Segundo, la campaña del equipo de Tabárez que, transcurrida la mitad del campeonato punteaba la tabla con River y Ñuls tocando pito (?) atrás. Y tercero, porque su capitán, arquero e ídolo, Carlos Fernando Navarro Montoya, fue agasajado antes del partido con un pequeño y emotivo acto en donde le fue entregada una plaqueta en la mitad de cancha. ¿A título de qué? El Mono, en aquel momento con jóvenes 26 años, se convertía esa noche en el primer arquero en la historia del club en jugar 100 partidos consecutivos defendiendo el arco boquense.
El acto, breve y con las tribunas en llamas por ver nuevamente a Boca sumar de a dos y tirarles la presión a los escoltas, fue encabezado por el vicepresidente. Así que todo medio a los pedos para que el Orejón Crespi dé inicio al partido, Carlos Heller entregó la plaqueta, el Mono la levantó y fue ovacionado por toda la Bombonera.
Del partido, poco se puede agregar más allá de que Boca logró un trabajoso triunfo 2-1 con goles de los halcones Giunta y Márcico. El Mono cumplió una correcta tarea en donde se destacó un manotazo salvador ante un cabezazo del paraguayo Neffa al comienzo del segundo tiempo. Jugada que hubiera puesto el transitorio empate y que le valió la segunda gran ovación de la noche.
Tras el partido fue uno de los protagonistas más buscados junto a Márcico. Y el Mono habló largo y tendido: “...sí, la verdad me emocioné, y por eso pensé en mi hermano fallecido, en Edgar. Es el motor que me impulsa a seguir. Él es mi fuerza... Ser el único arquero en la historia que jugó 100 partidos consecutivos en primera es algo muy importante. Me hace bien, me confirma que el esfuerzo no fue inútil. Por otra parte, ssiento que hay un reconocimiento. El otro día me aplaudió la hinchada de Huracán, eso no pasa todos los días. Y es consecuencia de una línea de conducta y de un nivel de juego. Lo que pasa es que llegue a Boca para reemplazar a Gatti que era ídolo, entonces me analizaron más, todos querían descubrir por qué no podía ser su sucesor. Y yo gané trabajando, atajando bien, entrenando. Manteniendo un buen nivel durante todo este tiempo...”.
Ante una consulta puntual sobre el rumor de un posible pase a España, noticia que surgió en los días previos y cayó como una bomba en el seno del plantel, el Mono desterró cualquier posibilidad: “...conozco la oferta y sé que me tasaron en un millón y medio de dólares. Pero mi deseo es quedarme en Boca. Estoy muy cómodo. Me iría únicamente a un club grande de Europa, para salir campeón. A jugar de la mitad de tabla para abajo o evitar el descenso, no...”. Decisión que unos cuatro años más tarde y cruce con Bilardo mediante, cambiaría drásticamente.
Los diez compañeros que compartieron esa noche tan especial para el Mono fueron Chiche Soñora, Simón, Giuntini, Ruso Abramovich, Giunta, Villarreal, Turco Apud, el Beto Márcico, Saturno y Latorre.