La foto, domingo 23 de abril de 1995 en cancha de Boca, congela el preciso momento en que se da inicio a una guerra sin cuartel entre los dos arqueros del momento y que si bien ya había tenido algunos tiros de bajo calibre, a partir de ese instante prácticamente no tuvo tregua. Pero vamos de a poco.
Por la novena fecha del Clausura, el Boca escolta le ganaba 1-0 al Vélez puntero y lo alcanzaba en la tabla de posiciones. En medio de un trámite áspero donde volaron los suelazos para todos lados, faltando dos minutos Elizondo cobró un foul de Mac Allister sobre el Turu Flores al borde del área de Casa Amarilla y sobre la derecha del ataque velezano.
Con el por entonces lejano antecedente de un gol convertido a Pontiroli de Deportivo Español, Chilavert se tocó el pecho pidiendo permiso a su banco para ir a ejecutar la falta. Bianchi dio el OK y la tribuna visitante estalló haciendo fuerza por el milagro. Ni hace falta mencionar la chiflatina que copó el clima de la Bombonera. La cosa es que el paragua tiró un bombazo al palo de un Navarro Montoya que voló hacia su derecha y sacó el remate al costado. La jugada siguió, vino un centro, el Mono la descolgó y mostró desafiante la bocha, mientras Chilavert volvía bien calenchu a su arco. Buenísimo.
El tema es que después del partido, y ya con el triunfo 1-0 en el bolsillo, el Mono redobló la apuesta: “...la verdad que prefería que le pegara Chilavert y no Pompei, porque Tito tiene el toque como para pegarle por arriba de la barrera al palo más alejado. Chilavert, en cambio, lo único que puede hacer es pegarle fuerte al palo del arquero...”. Palabras picantes que quedarían offside al año y pico. Pero sigamos.
Chilavert recogió el guante ipso facto en el mismo vestuario visitante de la Bombonera. Y fiel a su estilo: “...¿si me molestó que Navarro Montoya haya mostrado la pelota después de mi tiro libre? No, para nada, es lo único que puede mostrar, si no ganó nada...”.
La bronca entre los arqueros, en realidad venía de fines de 1994 cuando la Comisión Directiva del Círculo de Periodistas Deportivos decidió entregarle el premio Olimpia en fútbol al arquero de Boca. Chilavert quedó en llamas porque se consideraba merecedor de la estatuilla tras un año lleno de protagonismo y títulos internacionales con Vélez. Tiró tiros en todos los medios acusando al arquero e ídolo boquense de ser amigo del poder. Así que las palabras del Mono en abril de 1995 podríamos decir que terminaron de dejar en veredas bien distintas a los dos protagonistas.
Vinieron algunos meses de tensa calma en donde se autotitulaban y acusaban mutuamente de ser ferraris y fititos, pero llegó la última batalla: 17 de junio de 1996 en cancha de Vélez por el Clausura. Batalla que casi terminó pasando desapercibida luego de cinco goles locales, tres expulsados de Boca, el alambrado de la popular visitante derribado y el Diego pidiéndole explicaciones a Castrilli como ser humano (?).
Con el partido 1-1 tras un empate de Vélez en donde la pelota jamás ingresó al arco, el árbitro le cobró un tiro libre al Fortín desde una posición casi calcala a la de abril del 95 en cancha de Boca. Ahí es donde aquellas palabras del Mono, probablemente todavía rebotando en los oídos de Chilavert, plantearon un escenario de duelo. El paraguayó, contra todos los pronósticos y casi sin tomar carrera, la acarició suave y la puso arriba contra el palo de la barrera. Tan contra el palo que pegó en el ángulo y entró. La verdad, un golazo que dejó al Mono casi nocaut. Enseguida vino un penal mancha de Mac Allister a Pandolfi y otro gol de Chilavert que no sólo lo transformó en el primer arquero de la historia del fútbol argentino en meter dos goles en el mismo partido, sino que dio lugar a más cachengue entre los protagonistas.
Con la pelota abajo del brazo de Chilavert y a punto de ser colocada contra el pasto para patear el penal, el Mono se acercó y trató de apurarlo: “...¿qué te pasa? ¿Te querés hacer el guapo?...”. Pero Chilavert, experto en esas lides, lo terminó de noquear antes de hacer el gol: “...la verdad me das lástima. No tenés manos...”.
El tiempo del Mono en Boca llegaría a su fin unos meses después bajo la gestión de Bilardo. Novela que tuvo a Chilavert como un espectador de lujo que aprovechó la volteada para tirar municiones de todo tipo y calibre.