En esa desafortunada legión de tipos que hicieron de lesionarse un culto (?) y de los consultorios médicos una casa, es obligatorio incluir a Ángel Guillermo Hoyos, volante ofensivo que hoy sería catalogado como enganche, habilidoso y de buena pegada. Todas características que hicieron de su llegada, a principios de 1986, un muy buen refuerzo para el equipo dirigido por Marito Zanabria.
Su estreno se dio el 16 de febrero por la segunda rueda de la temporada 1985/86 en ocasión de la visita de Boca a Alta Cördoba en el accidentado empate 1-1 con Instituto. Lo de accidentado es por las expulsiones de Pasucci, Hrabina y la Chancha Rinaldi, cosa que en definitiva provocó el ingreso de nuestro homenajeado por Scalise faltando 8 minutos y con una clara misión: reforzar la media cancha y en lo posible tratar de tener un poco la pelota para aguantar el resultado.
Al domingo siguiente la historia sería muy diferente. Jugó desde el comienzo frente a Huracán en la Bombonera y a los 2 minutos se anotó con un gol en el arco de Casa Amarilla en lo que fue ese partidazo 4-3 a favor de Boca.
Si bien vino con características de volante creativo hubo varios partidos en los que jugó de media punta, o sea una especie de nueve retrasado formando tridente con Graciani y Scalise por las puntas. Y no sólo no desentonó, sino que pronto se convirtió en pieza importante del equipo. Pero la Maggia se acabó a medida que las lesiones empezaron a alejarlo de las canchas.
En la temporada 1986/87 comenzó jugando la primera rueda de a ratos pero una grave lesión y una complicada recuperación lo marginaron durante el año 1987 de punta a punta. Su regreso a principios de 1988, fue ya con Pato Pastoriza en el banco y metiendo un lindo gol de tiro libre para ganarle a Ferro 1-0 en la Bombonera por la segunda rueda del campeonato 1987/88. Ayudó algo en lo que pintó como una levantada de ese Boca pobretón, pero enseguida la realidad se encargó de dejar a ese equipo rápidamente en el olvido.
Para la temporada 1988/89, llegaron refuerzos de nivel y Hoyos quedó relegado notoriamente. Estaba claro que ya había pasado su cuarto de hora. Pese a eso estuvo en minutos aislados durante buenas producciones como el triunfo 2-0 a Vélez en Liniers y en tardes negras como las derrotas con Independiente en Avellaneda o la catástrofe 1-6 con San Martín de Tucumán en cancha de Boca. Sobre el final del torneo, una nueva lesión lo marginó aún más y prácticamente pasó a ser considerado un ex jugador por no decir que pasó al olvido general.
Ya con Cai Aimar como técnico se produciría un nuevo retorno, aunque su ingreso en el 4-2 a Ñuls con gol de Barberón, se lo notó muy baqueteado fisicamente. Usaba tobilleras y tenía unas importantes (?) ojeras. A fines de ese 1989, tras 46 partidos oficiales, 2 goles convertidos y formar parte de algunos muletos cuando se priorizó la Supercopa, dijo adiós para terminar recalando en el Everton de Viña del Mar y seguir jugando más tarde en Chacarita, Minervén de Venezuela y Deportes Tolima y el Envigado de Colombia. Su eternamente prometedora carrera había dado inicio con las camisetas de Talleres, Banfield, Castilla de España, Gimnasia y Blooming de Bolivia, Lo último que supimos es que llegó a despuntar el vicio (?) como director técnico del Pas Gianinna de Grecia.
Al domingo siguiente la historia sería muy diferente. Jugó desde el comienzo frente a Huracán en la Bombonera y a los 2 minutos se anotó con un gol en el arco de Casa Amarilla en lo que fue ese partidazo 4-3 a favor de Boca.
Si bien vino con características de volante creativo hubo varios partidos en los que jugó de media punta, o sea una especie de nueve retrasado formando tridente con Graciani y Scalise por las puntas. Y no sólo no desentonó, sino que pronto se convirtió en pieza importante del equipo. Pero la Maggia se acabó a medida que las lesiones empezaron a alejarlo de las canchas.
En la temporada 1986/87 comenzó jugando la primera rueda de a ratos pero una grave lesión y una complicada recuperación lo marginaron durante el año 1987 de punta a punta. Su regreso a principios de 1988, fue ya con Pato Pastoriza en el banco y metiendo un lindo gol de tiro libre para ganarle a Ferro 1-0 en la Bombonera por la segunda rueda del campeonato 1987/88. Ayudó algo en lo que pintó como una levantada de ese Boca pobretón, pero enseguida la realidad se encargó de dejar a ese equipo rápidamente en el olvido.
Para la temporada 1988/89, llegaron refuerzos de nivel y Hoyos quedó relegado notoriamente. Estaba claro que ya había pasado su cuarto de hora. Pese a eso estuvo en minutos aislados durante buenas producciones como el triunfo 2-0 a Vélez en Liniers y en tardes negras como las derrotas con Independiente en Avellaneda o la catástrofe 1-6 con San Martín de Tucumán en cancha de Boca. Sobre el final del torneo, una nueva lesión lo marginó aún más y prácticamente pasó a ser considerado un ex jugador por no decir que pasó al olvido general.
Ya con Cai Aimar como técnico se produciría un nuevo retorno, aunque su ingreso en el 4-2 a Ñuls con gol de Barberón, se lo notó muy baqueteado fisicamente. Usaba tobilleras y tenía unas importantes (?) ojeras. A fines de ese 1989, tras 46 partidos oficiales, 2 goles convertidos y formar parte de algunos muletos cuando se priorizó la Supercopa, dijo adiós para terminar recalando en el Everton de Viña del Mar y seguir jugando más tarde en Chacarita, Minervén de Venezuela y Deportes Tolima y el Envigado de Colombia. Su eternamente prometedora carrera había dado inicio con las camisetas de Talleres, Banfield, Castilla de España, Gimnasia y Blooming de Bolivia, Lo último que supimos es que llegó a despuntar el vicio (?) como director técnico del Pas Gianinna de Grecia.