Hay episodios que son materia opinable, que uno puede creer o no. Como por ejemplo que a un tipo lo hayan limpiado por comerse un trava en Barrio Norte se le diga mufa por haberse ido al descenso chiquicientas veces. También podemos discutir si iba para atrás se tiraba como bolsa de papas en algunos partidos decisivos, si efectivamente es o no ídolo del club, si le gustaban más las cámaras que el dulce de leche o si dividía al vestuario. Aunque en este último punto que en todos los programas de Hay Equipo de TyC nunca lo hayan invitado sus ex compañeros nos da la pauta de algo.
También podemos polemizar si le mordió la mano a quien le daba de comer cuando pronunció la triste frase “...Heller volverá a ser un oscuro gerente de banco” después de perder un campeonato. ¿Era un arquero ganador de partidos o de títulos? La verdad es que es dudosa su capacidad de ganar choques decisivos como un Gatti, Roma o Córdoba.
Podemos estar de acuerdo o no sobre si se ponía el equipo al hombro, si hacía bien en dejarse forrear por Chilavert, en sus fotos y cenas con M*n*m en Olivos, en si le gustaba llamar la atención con su vestimenta, en si era necesario que cada vez que había un contrario en el piso hacía gestos ampulosos, llamaba al referí, a los médicos, al CIPEC, al Argerich y se rezaba diez padrenuestros para salir en todos los medios. ¿Tenía los pies redondos? Cuando el hijo de puta vendehumo de Menotti lo puso a barrer tipo Gatti y especialmente cuando se cambió el reglamento haciendo que los arqueros tuvieran que jugar más con los pies, la realidad empezó a mostrar que temblaba más que Chile en el último terremoto.
Lo que no puede ni podrá discutirse es que en cuatro partidos distintos (sí, cuatro) el quía la fue a buscar adentro seis veces. Es un hecho muy poco común que un arquero de Boca sufra media docena de goles en un partido. Así que en cuatro, ni hablar.
La primera fue el nefasto día en que el Boca de Pastoriza, en una tarde atípica de 1988, luego de que Simón acariciara a la altura de la rodilla a un tucumano, San Martín con Vidal González como verdugo se llevó una página en su historia para no olvidar nunca más.
La segunda fue en la Libertadores 94. Con el equipo de Menotti (hijo de puta, la puta que te parió) Boca no sólo se comió seis pepas sino que quedó fuera en una primera ronda donde clasificaban tres de cuatro equipos. El 6-1 lapidario en el demolido Parque Antártica fue vergonzoso. Al partido siguiente nos tomamos revancha metiéndole otra vez un sexteto a Racing Club. Pero acá no temina la cosa.
El 3 de diciembre de 1995 Boca afrontaba un partido súper decisivo contra Racing de local, el día de las elecciones que consagraron a Mauricio Macri como presidente al ganarle a Antonio Alegre. Este partido tuvo el condimento extra de que para muchos, entre los cuales me incluyo, el arquero ídolo de los niños, superhéroe (?) de la revista Billiken, fue claramente para atriki un desastre. En la página futboldescarga está el partido para que lo revean con tranquilidad y saquen sus conclusiones. Las declaraciones posteriores del goalkepper mencionadas al comienzo de la nota no ayudaron a ahuyentar el fantasma.
Y falta la última. El Lobo de Guillermo Barros Schelotto visitó en 1996 la Bombonera con el recuperado asombrosamente Beto Márcico en sus filas, quien parecía venir directo de los consultorios de Slim y Alberto Cormillot en conjunto, y pesando 74 kgs luego de vagar con 110 kgs varios años del lado de la sombrita de los viejos palcos en los dias de verano.
En un partido excepcional de Medero y del arquero, Boca se comió seis en la reinauguración de la Bombonera con los palcos VIP de Mauri (?), que ya empezaba con la historieta de que Boca debía dejar de ser un club popular para ser un club elitista. De ehcho los palcos se subastaron entre ricos y gente que los adquirió como regalos empresariales. En definitiva, una tarde oscura en que Schelotto hizo tres goles y Márcico uno de penal.
El derrotero del arquero con los seis goles no paró. Por suerte se fue de Boca de una vez por todas y se empezó a ir a la B con todo lo que le pasaba cerca, tanto en España como en Argentina. En su paso por el Funebrero no solo lo mandó al descenso sino que se comió seis de nuevo con Independiente.
Luego fue a Gimnasia. No lo mandó a la B pero lo dejó tecleando en Primera y tiene los días contados hace varias temporadas. Acá Vélez le hizo media docena de nuevo. Se corre la bola (?) que Bravo, el juvenil del Fortín que le hizo el gol, tuvo los huevos de cambiarle la camiseta y no pudo jugar más al fútbol profesional por un problema cardíaco y tuvo que conformarse con dirigir la reserva de los de Liniers.Creer o reventar.
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Autor GUYO