Imposible ningunear el aterrizaje de Sergio Américo Otero allá por mediados, tirando a fines de 1983 en el Boca del Zurdo López. Porque que llegue un marcador central de 22 años proveniente de Chaco For Ever y juegue de una sin desentonar al lado de consagrados de la talla de Mouzo, Ruggeri o Hugo Alves fue una apuesta de recambio imposible de no comprar. Ojo que de ahí a que le cuelguen el cartelito de pichón de Passarella crack hubo un paso muy corto, con todo lo bueno y malo que eso implica.
Tras su debut en cancha de Atlanta el 10 de noviembre de 1983, recibiendo y triunfando 2-1 sobre el Bicho de La Paternal, Otero jugaría en nivel prometedor de ahí hasta el final de campeonato.
Luego de semejante arranque con el pie derecho, el año siguiente sería titular indiscutido en el Nacional 1984. Es más, el 4 de marzo contra Talleres en cancha de Vélez, subió sus acciones a lo pavo. Minutos después de una importante balacera en la tribuna de Juan B. Justo, agarró la lanza y las boleadoras y tuvo el coraje de iniciar un contrataque. Tocó a Gareca y se mandó a la aventura de pisar área rival en algo que no sea pelota parada. Le llegó el centro en el medio del área y la verdad, metió un derechazo casi pifiado y bastante aparatoso (?), pero la pelota engañó a Chocolate Baley y entró picando para poner el 2-0 final y liquidar el partido.
Ya convertido en soldado del Zurdo López una figura destacada del equipo, como no podía ser de otra manera, arrancó el Metro 84 en el once titular. Pero las nueve fechas sin triunfos y el año escalofriante que empezó a transcurrir se lo llevaron puesto. Tras la huelga del plantel y las mil y una que pasaron, jugó un poco sobre el final del campeonato y debería prepararse para un escenario jamás vivido hasta entonces. Echar raíces en el banco de suplentes.
Ese fue su lugar en la temporada 1985/86, 1986/87 y 1987/88. Con todos los técnicos y siempre corriendo de atrás a la extensa lista de marcadores centrales que pasaron. A saber: Brown, Pasucci, Higuaín, Zacarías, Juan Amador Sánchez, Musladini, Cucciuffo y hasta Krasouki y el Negro Villarreal inventados por Saporiti. En esos tres campeonatos jugó casi nada y su falta de continudad evidentemente le jugaron en contra. De hecho era difícil creer que el mismo Otero que fue una película de terror en la derrota 2-5 contra Vélez en Liniers a fines del 85 sea el mismo pibe que pintaba para grandes cosas.
Falto de confianza total y con mil kilos de dudas encima, llegó al 18 de diciembre de 1987 cuando por la última fecha de la primera rueda formó zaga en Arroyito junto a Stafuzza, Cucciuffo y el Nachi Medina. Esa derrota 0-2 contra Central fue su partido oficial número 37 con la camiseta de Boca y al mismo tiempo, su despedida. En el medio quedó un préstamo en Chacarita y la chance de arrancar de nuevo en Barcelona de Ecuador ya en 1988 y posteriormente en Deportivo Armenio y Atlético Rafaela.