A contramano del imaginario popular que asocia la llegada de jugadores exóticos con la gestión Macri, el derrotero de Takashi Watari en Boca arrancó allá por 1991, casi en silencio y en pleno mandato de Don Antonio Alegre. Decimos en silencio y lo entendemos perfectamente. La desesperación de la hinchada de Boca por ganar un campeonato local probablemente (?) no hubiera mirado con buenos ojos la simpática llegada de un refuerzo japonés.
La cosa es que Watari llegó para mostrarse en las inferiores boquenses de aquellos años. Pero a fuerza de habilidad, se ganó flor de premio: la firma del primer contrato como profesional y hasta minutos de rodaje en reserva. Claro que el cuento de hadas acabó pronto y terminó a préstamo en Dock Sud. Encima a su regreso, calculamos que bastante curtido tras patear las calles del Docke, fue dejado libre. Pero ¿terminó verdaderamente el cuento de hadas de Watari? No señor.
Hubo Watari 2.0 (?) varios años después, cuando el Boca de Bianchi se preparaba para el histórico choque con el Real Madrid por la Intercontinental. Es más, durante esos últimos meses de 2000, parece que dejó una muy buena imagen en el cuerpo técnico del Virrey, cosa que le abrió las puertas del club para un 2001 a todo trapo. Acordó oficialmente con el club su retorno con la sana intención de ayudar en la traducción y adaptación al recién llegado Nahoiro Takahara.
Supo compartir entrenamientos con los profesionales, en los cuales hasta se dio el lujo de ir al arco y tirar un escorpión, cosa que le valió el apodo de “René”, por Higuita, obvio. Se dejó rapar la cabeza por Ischia y hasta tuvo que sentarse en el banco de suplentes durante un partido oficial en el que Takahara calentaba su asiento era parte de los 16. Tremendo.
Tras el cachetazo de Bayer Munich en Japón, Watari lisa y llanamente se quedó sin laburo en Boca. Al no haber más Takahara ni viajes a la tierra del Sol Naciente, su presencia sonaba a demasiado. Anduvo barrileteando durante 2002 en Nueva Chicago para ayudar (?) a otro paisano llamado Ishi Zuka Keisi, que obviamente necesitaba adaptarse urgente a Mataderos.
Luego de todo lo que había robado pasado, daba toda la sensación de que Watari era parte del pasado. Pero el nuevo viaje de Boca a Japón en 2003 le dio otra vez protagonismo. Previa vendida de humo, por supuesto: “...juego de número 5. Tengo un estilo similar al de Battaglia. Marco, juego y le doy la pelota a los habilidosos...”. Obviamente no pasó por alto el detalle de declararse hincha de Boca.
La historia de Watari acompañando a la delegación boquense a Yokohama para enfrentar al Milan en 2003 parecía un cierre más que digno. Pero no. Pasaron los años y cuando ya casi nadie recordaba a Watari, allá por finales de 2007 nos dimos cuenta que el cuento de hadas no había terminado.
En una práctica con vistas al choque frente al Etoile du Sahel de Túnez por la semifinal del Mundial de Clubes, Miguel Ángel Russo dispuso un partido de 35 minutos entre titulares y suplentes. Los titulares formaron con Caranta, Ibarra, Maidana, Paletta, Morel Rodríguez, Battaglia, Fabián Vargas, Banega, Álvaro González, Palacio y Palermo. Los suplentes por su parte alinearon a Migliore, línea de tres con Matías Silvestre, Cahais, Krupoviesa y adelante Bértolo, Ledesma, Dátolo, Neri Cardozo, el Tano Gracián, Boselli y el uruguayo Bueno. Son decisiones (?).
De pronto, a los 26 minutos del entrenamiento los 200 japoneses sentados en el estadio del Nishigaoka Football estallaron de alegría. ¿Qué pasó? Morel Rodríguez tuvo que ser atendido por el médico José Veiga ya que sintió una sobrecarga muscular en la pierna derecha. Su lugar fue ocupado por Krupoviesa que pasó del equipo suplente al titular. ¿Y quién apareció jugando como por arte de magia en la defensa suplente de Boca? Con ustedes, el inmortal Takashi Watari. A esta altura casi más boquense que Rattín (?).